viernes, 10 de octubre de 2008

Hacia Lisboa

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Imprime esta entrada Salí a comer con mi madre y L. para celebrar que me estoy haciendo vieja. Luego, a la carrera, metí los últimos detalles en la maleta y me planté en el cole. A las cinco estábamos en camino hacia Lisboa. Ochocientos ventiún quilómetros. De una tacada. Los superé gracias a dos latas de coca - cola, un cargamento de chocolate y muchas mojadas de cara con agua fría. Lo malo de ir hacia el oeste por la tarde es que te da el sol en los ojos, a mi juicio, durante una eternidad.

En este viaje tuve un copiloto de lujo: la enana. Se dedicó a hacer fotos con el móvil a todo lo que se movía, y lo que no también. Esta es una muestra:

Estrené las nuevas gafas de sol que me regalaron mis padres. Buenas y bonitas. Vamos que molan. Como siempre de Ray Ban.

Durante la travesía comprobé que:
  • El primero que se saltan el límite de velocidad es la guardia civil motorizada. Iban al menos a 130 si no más.
  • Los combustibles son carísimos en Portugal. No sólo en la autopista, en las ciudades también.
  • Las autopístas en Portugal son carísimas. Por lo menos es la impresión que me da, no he hecho números. A lo mejor es lo mismo que el Huerna...
  • Ya estaba oscuro cuando llegamos a Portugal, no pude apreciar el paisaje, pero la carretera me pareció un tobogán, sube - baja, sube - baja. No me esperaban tantas montañas.
  • Los portugueses conducen como kamikazes.
Mi copiloto me abandonó en el último tramo. El coche y yo somos uno. Por fin llegamos. Sanos y salvos. Es media noche en Portugal, una de la mañana para nosotros. Comienza la visita.

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