martes, 15 de diciembre de 2009

Ariodante (Händel), en el Campoamor

2 comentarios
Imprime esta entrada Esta ha sido mi primera ópera de Händel y, a pesar de su duración, espero que no sea la última.

El tratamiento del escenario me pareció muy interesante. Para cambiar la decoración una cortina de plexiglass cubría dos partes del mismo y las luces del patio de butacas se encendían tenuemente mientras que las del escenario se apagaban. Esto hacía que la cortina se convirtiera en un espejo y que se pudieran hacer los cambios oportunos. El decorado me gustó.

Parece que la moda de las transgresiones sigue en alza. Esta vez nos ofrecieron sexo y desnudo. Una vez agotado este tema pasaron a la religión. No es que a mí me molesten las escenas de sexo o los desnudos, si bien pienso que todos los que allí estábamos somos adultos y sabemos lo que entre hombre y mujer puede acontecer, incluso entre dos personas del mismo sexo, y ciertamente es de mejor gusto simplemente insinuarlo. Lo que me fastidia es que lo metan con calzador hasta donde no viene a cuento, en este caso, en el libreto.

La ópera nació como un entretenimiento integral, había partes cantadas, habladas y bailadas. El baile se perdió durante muchos años pero está volviendo con fuerza. Esta producción de la English National Opera incorpora un ballet. Por supuesto, parte de los varones se visten y/o hacen de mujeres. Sigo pensando que los integrantes de estos cuerpos son bailarines que o bien están en el declive de su carrera o bien gente que nunca hubiera llegado a nada pero que gracias al progresismo que nos inunda ahí están, ganándose la vida con esa actividad. De repente teníamos al cuerpo de baile comiendo manzanas y escupíendolas sobre una bailarina. Esta, de pronto, estaba desnuda y sumergida en una bañera transparente llena de agua (espero que estuviera caliente). ¡Es tan fácil llamar la atención con actos soeces! Mucho más difícil es alcanzar este objetivo con la excelencia. Una pena.

Por último, la actuación del rey me resultó nada adecuada. El libreto nos lo presenta como una persona amante de su hija, de su futuro yerno (quiere que se casen y nombrar a su futuro yerno heredero) y cumplidor de la ley, a pesar de su dolor. La actuación sugería alguien patético al que le cuesta ceder el trono, incestuoso con su hija e implacable con ella después.

Todo esto son banalidades porque la música es tan preciosa que anula todas las fealdades. Es fantástica. Como apuntó mi mejor mitad, la ópera consiste en un aria encadenada con la siguiente: tres horas de arias. Los cantantes también me gustaron, pero la que estuvo sublime fue Alice Coote en el papel de Ariodante. Somos unos privilegiados por haber tenido la suerte de poder verla y escucharla. Actúa maravillosamente y canta divinamente. El aria Scherza infida del 2º acto es melánconlica, desgarradora, intensa, maravillosa. Lo dicho Alice Coote lo borda.

Sobre la música de Händel no hay palabras, hay que escucharla. Brillante, melodiosa, a pesar de las tres horas y de lo repetitivo, las frases musicales se repiten y repiten, no cansa. No es tan fácil de conseguir. Lo dicho, espero que sea la primera de muchas más.

2 comentarios:

Ana María Hernáez says:
martes, 15 diciembre, 2009

Bien, ya puedes añadirte a la la pléyade de admiradores de Haendel, entre los cuales se encuentra D. en primera fila. Siempre se tiene más de lo que se piensa en común.
Yo también me encuentro, en segunda fila, entre los fans de Haendel.
Según p., a lo cual me agrego, tu comentario es mejor que el de muchos críticos musicales.

Ana H.H. says:
martes, 15 diciembre, 2009

Gracias por el amable comentario que es un poquitín sesgado: es que vosotros me veis con buenos ojos...
Besos